30 octubre 2006

Hombres desesperados o mujeres enamoradas? Cómo me ponen tus genes!!!

Aprovechando mi baja y que no tengo que madrugar para ir al curro, le estoy volviendo a encontrar la gracia a esto de mirar la tele. Alguna veces te encuentras con cosas que te hacen algo de gracia.

Ayer veía un documental en Localia que intentaba explicar de una manera ameno-científica por qué nos atrae más una persona que otra. No es la voz. No es la inteligencia. No es el culo ni son las tetas. Son los genes.

Resulta que los humanos tendemos a sentirnos atraídos por la persona que tenga los genes menos parecidos a los propios.

Para demostrar esta teoría, una universidad de esas prestigiosas y rodeadas de jardines, ponía en marcha una prueba, un poco asquerosilla para los aprensivos o aquellos con el sentido del olfato muy desarrollado.

6 chicas tenían que usar una camiseta durante todo un día, sudarla bien sudada, para luego guardarla en un bote, cerrarlo bien, y meterlo en conserva en la nevera. Luego, el científico de turno de dicha prestigiosa universidad le hacía oler cada bote a un voluntario poco escrupuloso. Oler es poco: el tipo tenía que meter toda la nariz, por no decir media cara, dentro de cada bote, y cualificar cada uno de mayor a menor atractivo.

Lo curioso es que el tipo valoró como más atractivo la camisetabote cuya dueña compartía menos genes similares. Y viceversa.

Parece ser que el instinto de conservación, y de conseguir una descendencia sana y fuerte, nos empuja a desear a la persona cuyo mapa genético más se aleja del nuestro. Por eso nos atrae su olor. Ni Chaneles ni Armanis ni puñetas. Los genes.

Ahora: en la vida real, no me explico cómo la raza humana no se ha extinguido todavía.

Puesto que los machos humanos reconocen sentirse sexualmente atraídos por esto:


(por cortesía de Pauli)

Y pese a que una amiga insiste en inundar mi correo de fotitos como esta (ideal para decorar el espejo del baño de un bar de Diputación/Muntaner, por un decir):


(Noelia, no sé qué haremos contigo, niña)

Puedo decir sin miedo a equivocarme, que la mayoría de las hembras nos sentimos sexualmente más atraídas al leer esto que al ver una foto de un pectoral masculino (Hace algunos meses que alguien me lo escribió, y aún me estremezco cuando lo leo):

No quisiera entrar en sus sueños. No sin su permiso.
No quisiera entrar en el escenario de sus sueños. No sin su permiso
No quisiera…
Quiero.
Para qué engañarme. Para qué engañarla.
No sin su permiso.

¿En qué punto cardinal, con camisetas sudadas o sin ellas, confluyen ambos imaginarios?

18 octubre 2006

La soledad era esto

Cuando era pequeña y me ponía enferma, mi padre me traía un montón de cosas para leer. Me daba auténticas panzadas de picapiedras, autos locos, osos Yogui, mafaldas, Mark Twains y
una colección preciosa de leyendas del mundo que se titulaba Polydoro.

Mi madre se ocupaba de cocinar verdaderos manjares sencillos en forma de sopas, tartas de frutas, carnes al horno, que me traía amorosamente en bandejitas a la cama. Así que mis días enferma, por muchos grados de fiebre que tuviera, eran un festín. Pero cr

ecí, me desarrollé y me fui.

Ahora, de mayor, me pongo enferma y no tengo ni un triste comic en casa, ni un Tom Sawyer que venga a rescatarme como si fuera Becky. Mi nevera contiene pan congelado, yogures caducados, tomates arrugados, cerveza que no puedo tomar y un bote añejo de mayonesa. Vivo en un 4º piso con principal, sin ascensor, cosa que es ideal para no cruzarse con los vecinos e improvisar conversaciones tontas acerca del tiempo mientras el artilugio te deposita en tu piso. Pero no es nada recomendable cuando tienes 39º y pico de fiebre, las piernas hechas un flan y la nevera con nada comestible dentro.

(Objetivos para el próximo año: enseñar a mi gata a cocinar, o al menos que sepa bajar al Caprabo y volver con algo dignamente alimenticio)

Sólo me llaman los del trabajo (y por temas de ídem), y los emails que recibo o vienen de 12.000 kilómetros, o son de gente que no tengo el gusto de conocer que me ofrece acciones de empresas que tampoco tengo el gusto de, rolex de imitación o viagra para mejorar mi vida sexual (jajajaja).

¿Para ésto quería una llegar a ser adulta, ser libre, vivre sa vie y todas esas zarandajas?

Así que me da por tener pesadillas despierta.

Me entretengo en la cama pensando en cuánto tardaría un cuerpo en descomponerse y empezar a apestar. Cuánto tiempo tardarían los vecinos en darse cuenta que del 4º 2ª sale un olor desagradable. Cómo tirarían abajo la puerta los bomberos o quien sea que viniera. Si usan llave maestra o simple patadón.
Cosas de la fiebre, que no para de subir. Como el paracetamol no hace efecto, me tomo un nolotil, acompañado de medio myolastán, que tengo el cuello hecho una mierda desde hace unas semanas. (Debería ir al fisio a que me lo arreglara)

La combinación de drogas me sube al séptimo cielo en unos minutos. Me da por reír. Reír y sudar. Hasta que me quedo dormida, pensando que mañana (por hoy) será un día mejor o no será.

PD: he descubierto un blog con el que me entretenido buena parte de la mañana. No se lo pierdan. A mí me ha alegrado el día (es que una se conforma con poco)

04 octubre 2006

Hombres desesperados (1): Dra. Ochoa por una noche

Como contrapartida a la serie anterior, "Mujeres enamoradas", aquí daré a conocer los aspectos más sombríos del comportamiento masculino. O por qué dicen tomamos un café, cuando quieren decir follamos, nena?

Doctora Ochoa por una noche

Es la segunda vez que ligo yendo en moto. En 2 meses. Y eso que en las discos nunca me he comido nada.

La vez anterior que un tipo me entró de casco a casco con aquello de “te apetece ir a tomar algo” dije que no, era tarde y no me atraía mucho el plan dialogando-con-desconocidos.

Pero esta vez acepté, no eran más de las diez de la noche, y por qué no.

Nos instalamos en una terraza de la Rambla Catalunya. Puestos a ligar, mejor hacerlo en un sitio con alcurnia.

El tipo en cuestión resultó ser un pijo de mucho cuidado: rubiales, alto, piso propio en Francesc Macià, 26 cándidos añitos. Y más raro que una fresa con hueso. En media hora me contó su vida. Sus proyectos, sus experiencias con las drogas al más puro estilo walk on the wild side, sus incipientes técnicas de ligoteo. Y, viendo que en una hora de charla, del “tema” no se había hablado todavía, me soltó un “y de libido, ¿cómo vamos?” Frase que de por sí anula cualquier bajo instinto que pudieras tener.

Se quedó un poco trastocado cuando le dije que cómo pretendía ligar así, de forma tan directa. Y me pidió que le diera algunos consejos para, como el dijo “poner cachondas a las tías en un rato de charla de café, como tú me has puesto a mí” (sic)

Y allí, en la calle porque del bar nos habían echado ya, intenté improvisar un decálogo del ligue con éxito que le sirviera a los negados como él.

  1. Mostrarse interesado en ella, en lugar de hablar de uno mismo (que para algo la has invitado a un café, peazo zopenco)
  2. Jugar con la mirada y los silencios (pero sin ser un Jesús Quinteros, que agota)
  3. NUNCA mencionar el “tema” que nos interesa en la primera cita, sobre todo en la primera hora de charla (sólo cuando pagas por el servicio y quieres saber el precio)
  4. No hablar de temas comprometidos y/o fatigosos (el papa, Zapatero, el estatut, Dan Brown)
  5. No dar penita, tipo hace meses que no pillo, nadie me quiere, buaaaaaaa (puede hacer gracia, pero lo que es la libido, se deshace como la nieve)
  6. Tampoco fardar de todas las que te has tirado en el último mes, incluyendo posturas y detalles (y además sabes que es mentira, fantasma)
  7. Hacer que se sienta especial (decir: me gustan tus tetas no es hacerla sentirse especial, cacho bruto)
  8. Ser sutil

(me ha quedado un decálogo de 8, ¿será un octágolo?)

Luego de expuestos los consejos, se ve que al tipo no le quedaron claros, porque siguió insistiendo.

Empezó a abusar de frases estilo “seguro que haces así con los dedos (chasquido) y tienes todos los tíos que quieres a tus pies” (jajajajajaja, ya me gustaría) o "con sólo enseñar un poco las tetas, seguro que los pones a cien” (si fuera así, menudo problema, al no poder salir a la calle y dejarlas en casa para evitar indeseados calentamientos)

Y lo que me hizo desistir del todo fue la frase “Bueno, no pasa nada, los tíos siempre podemos recurrir a la ayuda de (gesto de sacudir la mano derecha dejando un espacio cilíndrico en el centro supuestamente equivalente al tamaño de su apéndice masculino) pero vosotras, vosotras lo de la masturbación qué...?

En fin, que me casqué el casco y adiós muy buenas. No era cuestión de tener una charla acerca de las prácticas onanistas femeninas, en medio de la Rambla Catalunya, a las tantas de la noche, con un desconocido futuro piloto de avión en lucha interior por cambiar su adicción a los 10 porros diarios por la de pillar cacho.

Lo que llegan a hacer algunos por mojar.....

Mujeres enamoradas (1): Cómeme el co()o, negro

Aquí comienza una serie de anécdotas, sacadas de la surreal vida misma. Son historias de amigas, de amigas de mis amigas, de mí misma alguna de ellas. Para que luego digan que las mujeres somos más listas. Sí, más listas que una acelga.

Cómeme el coño, negro

M. tiene una carrera exitosa, es de las mejores en su profesión.

Un día decide irse de vacaciones con unas amigas al caribe más salsero: Cuba.

Conoce a un cubano muy majo. Moreno, rastas, de profesión músico y estupendo ejemplar experimentado en artes amatorias. A partir de ese día, M. se separa de su grupo y se dedica a disfrutar como nunca.

Vuelve con sus amigas a Barcelona, y, después de darle muchas vueltas, M. decide que el cubano de las rastas y los placeres es el hombre de su vida. Regresa a Cuba. Esta vez, para casarse. Se casan. Vuelta a Barcelona con el trofeo en el avión.

M. lo instala en casa, le provee de llaves del piso y VISA. Pero su hombre ya no es el que era. Desaparece días, se va de fiesta por ahí. Ella va sabiendo de él siguiendo el rastro de los gastos de la VISA. Y lo peor.....lo peor es que de los placeres disfrutados en la isla, poco hay.

Cuando M. ya no sabe qué pensar, hablan claro.

M.: ¿Cómo es que ya no me ...(referido a cierta práctica sexual oral, ver título más arriba) como cuando estábamos allí?
Semental cubano: Es que no puedo M.: ¿Qué no puedes? Semental cubano: No M.: ¿Y por qué? ¿Ya no me quieres? ¿No te gusto? Semental cubano: Es que le hice una promesa a la virgen del cobre, y ya no puedo hacerlo. M.: (no sabe si reír, llorar, matar o suicidarse)

Hace más de un año que M. se divorció del pájaro. Desconozco si el tipo sigue fiel a su promesa, o le ha vuelto a coger el frenesí caribeño.

Lo que llegamos a hacer las mujeres por un poco de placer.....