24 marzo 2007

De los cástings a los tríos hay 1 paso (y 5 margaritas)

En la época en que vivía en el paraíso y acumulaba trabajos bizarros, me dio por hacer cástings. Hay gente que le da por jugar al mus o aficionarse al jaco. Yo quería ser actriz.

Empecé por los pases de peluquería, que me dieron tan mal rollito que nunca jamás volví a pisar las pasarelas de Wella o l’Oréal. Fui extra de película mala. Hice pruebas para un programa de Tele5 (ojalá algún ángel de mi guarda haya borrado las cintas). Con la excusa de una productora que le iba a proporcionar cantidades de contratos para extras, un fotógrafo en plena edad dorada y su hija me pasearon por todo el barrio gótico haciéndome fotos, junto con un grupito de otros tantos idiotas. Luego el tipo desapareció. Aclaro que todas y todos íbamos vestidísimos, y las tomas asemejaban a las que podía hacer cualquier turista frente a las piedras centenarias del Gòtic. Nunca entendí la motivación del paseíllo fotográfico.

Una vez fui a un casting para no sé qué en un bar del Eixample. Y en la cola entablé conversación con un chico gallego. Me cayó bien. Trabajaba en un bar de las Ramblas, era aficionado a la fotografía y vivía en el Guinardó. No nos cogieron ni a uno ni a otro, pero quedamos para ir a hacer unas fotos.

Vivía en un piso chiquito con unas vistas maravillosas, junto con un chaval marroquí. Me lo dijo él, porque yo no lo hubiera adivinado. De hecho es el único chico marroquí guapo que haya conocido. Guapísimo, vaya. Mi amigo gallego era simpático pero muy bajito, cosa que para mí trunca de raíz cualquier tórrido instinto.

Igualmente quedamos un par de veces para hacer fotos. En aquella época yo tenía una amiga peruana que estaba la mar de buena y que tenía entrada gratuita a todos los garitos latinos de la ciudad. Yo me colaba con ella o sin ella con la contraseña de “soy amiga de Raquel”. Por esa misma razón, me invitaban a todo sarao que se montara.

Y a una de aquellas fiestas invito a mi amigo gallego, quien se presenta además con el marroquí de infarto. Una de las pocas veces que me visto con un minivestido que apenas me tapa las bragas, y que se vuela más que el de Marilyn en la dichosa foto.

No sé si fue el vestido, el alcohol o el marroquí que me ponía, la cuestión es que montamos una en el medio de la pista entre los tres que no sé cómo no nos echaron. O será que nos fuimos antes de que lo intentaran.

Volvimos andando hasta mi casa, mi paraíso, que quedaba en un sitio tan a mano de todo que nunca cogía taxi. En el portal de casa me despido con un par de castos besos en la mejilla a cada uno, y para arriba que son 5 pisos por escalera. A la que llego, un escándalo de timbre a las tantas de la madrugada. Resulta que eran los dos que querían subir. Lo que imaginan es lo que querían. Pero es que a mí me sobraba uno...

Volví unos días más tarde al bar donde trabajaba el chico gallego. Ya no estaba ni sabían dónde había ido. En aquella época no había móviles ni msn ni nada, y no me apetecía pasar por su casa. Así que ahí acabó nuestra amistad. Nunca supe si en el fondo eran pareja, o si el calentamiento y el alcohol les habían incitado a compartirme.

En cuanto a los cástings, lo dejé.

Próximamente, la azafata, su novio, y la tercera en discordia que no quiso saber nada.

18 marzo 2007

Esquinas

Las callecitas de Buenos Aires tienen ese qué se yo, ¿viste?


14 marzo 2007

El abecedario de Lagata

Reconozco que me dan un poco de pereza estas cosas, como las cadenas de e-mails que invariablemente mueren en la carpeta Trash, ya que jamás las reenvío a nadie. Pero como soy novata en esto del blog personal, y sin que sirva de precedente, procederé a tomar el relevo sugerido por Parche en su web.


Amigas/os. No soy nadie sin ellas/os. Y tengo las mejores que pude haber soñado.

Besos. Me encanta darlos, y recibirlos sobre todo cuando están bien dados. Podría pasarme horas.

Cielo. Lo miro cada mañana al salir da casa. Y me asombra lo diferente que puede llegar a ser.

Decepciones. Muchas en la vida, sobre todo por esperar cosas que no debería. Con la edad debería ir aprendiendo a no esperar nada de nadie.

Esperanza. A pesar de todo, siempre pienso que todo irá mejor.

Familia. Mi padre, mi hermana, mi cuñado y mis sobrinos. Si las familias se eligieran, yo elegiría sin dudarlo a la mía.

Gatos. Los adoro. Tienen la cara tan perfecta que ni el mejor diseñador hubiera podido crearla.

Humor. Imprescindible. El bueno, digo. No concibo el diario existir sin unas buenas dosis de risas, sonrisas o carcajadas.

Ilusión. Algunos días más, otros días menos. Me gustaría ilusionarme más seguido, pero mi cuota de realismo me lo impide.

Jueves. Mi día favorito de la semana.

Kilómetros. Siempre pienso que estoy lejos. Si estoy aquí estoy lejos de allí, y viceversa. Siempre hay kilómetros por medio de la gente que quiero.

Libros. Desde los 4 añitos que leo siempre me han acompañado. No son mis mejores amigos, pero si una compañía que nunca falla.

Madre. Siempre quise serlo. A veces pienso que quizás debería renunciar a tener niños, porque no quiero hacerlo sola, porque parece que a los hombres (con los que me he topado) les asusta el tema, y porque ya tengo una edad. Pero no, no quiero renunciar. Ya llegará el momento.

Novios. He tenido varios. Y siempre me ha quedado la espina de que ninguno se haya enamorado de mí. Al menos no como yo hubiera querido.

Ñoquis. Mi abuela los hacía de ricotta. Mi madre de patata. Ambas especialidades estaban para chuparse los platos. Yo lo he intentado, pero no me quedan ni una décima parte de lo buenos que les quedaban a ellas. Lástima que esos ya no podré volver a comerlos.

Olvido. Me enfado muy poquitas veces, y suelo olvidarme de todo lo malo. Eso es bueno, porque te permite vivir sin rencores, y malo porque tropiezas con la misma piedra decenas de veces.

París. Mi territorio mítico, la ciudad de todo lo imaginable. París es siempre mejor cuando la sueñas, pero cuando estoy allí reconozco que no me quiero ir.

Querer. Quiero.

Retos. Los que me pongo a mí misma para conseguir cosas, para superarme. Los que me provocan los demás y que me tomo como una apuesta de honor.

Sueños. La vida es sueño. Y mis noches sueños de surrealismo puro. Adoro mis sueños, y por eso mismo me gusta tanto dormir. No por el dormir en sí, sino por el soñar, en technicolor y dolby surround.

Trabajo. He sido una verdadera todoterreno. Y aunque ganara la lotería, sería de las que seguirían yendo a trabajar, porque no concibo la vida sin trabajo. Ayyyy, qué mal ha hecho el calvinismo en nuestras vidas.

Uruguay. Las vacaciones que recuerdo más felices, con mis padres y mi hermana. Fuimos varias veces: Montevideo, Colonia, La Paloma. En coche, en barco. Siempre disfruté de salir de viaje con mi familia, y es algo que hubiera querido repetir con una familia propia.

Vida. Porque sin vida no hay nada. Es lo único que tengo que sea propio.

W....¿Pero a ver quién es el listo que nos ha puesto esta letra en el abecedario castellano? Para decir kiwi o whisky se podría utilizar la U. Nada, o encuentro una palabra no inglesa que empiece por W, o me temo que esta letra quedará vacía.

X...Me aburren las pelis X, y no encuentro nada que empiece por X que merezca la pena nombrar. Otra letra que quedará vacía.

Yo, mí misma and me. El día que tenga claro quién soy, será que habrá acabado mi viaje. Mientras, mi yo, mi ego y mi superyo se van dando de tortas a ver quién gana.

Zapatos. No sé cómo he sido capaz de acumular tantos. Hace poco tiré algunos, porque andaría por los 40 pares, y tampoco vivo en un piso muy grande.

Por si alguien quiere coger la alternativa, la paso a la Estatua y a la Zorra (sin hacer bromas por el verbo en cuestión, eh!)

12 marzo 2007

Agua de Valencia

La gente va de visita a Valencia por varias razones. Las fallas, la fiesta, las pastis, la paella, la orxata, la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Yo voy a ponerme malita y que me cuiden.

No era ésa la intención. En realidad iba con mi amiga L. a visitar a mi amiga R., la que se fue a Valencia a vivir con su novio, y de paso aprovechar para pasear un poco por la ciudad y salir de fiesta el sábado por la noche. Pero una cosa son las buenas (o malas) intenciones, y otra cosa es la fiebre, las crisis agudas de tos y el grifo que se te instala en la nariz.

El viernes ya me había levantado un poco tocadilla de la garganta, pero igual cogí la maleta y me fui al trabajo, para luego a la salida irme para Sants y de allí vía Euromed llegar a Valencia al atardecer.

No sé cuántos asientos tiene un Euromed, pero de todos los que había en el convoy del viernes a las 16 hs, los únicos ocupados por niños eran los de delante de donde iba yo. Sí, esas preciosas plazas de 4 pasajeros con una mesita en medio y una luz de velador más propia del dormitorio de un hotel cutre que de un vagón de tren. Los 2 asientos de delante iban ocupados por una madre y sus 2 retoños (retoño y retoña) que no pararon de comer, de gritar y de moverse en las 3 horas de trayecto Los 3, madre y retoños (retoño y retoña) con un claro y objetivo sobrepeso, lo cual incidía en el espacio que ocupaban. Era absolutamente imposible que los 3 seres ocupasen escasamente el espacio de 2. Así que por allí andaban los niños, en el suelo, en la mesa. Y eso que la madre no dejaba de estarles encima para que se comportaran. A mi lado, al lado de la ventanilla, languidecía un señor de 2 metros encogido con las rodillas en el cuello. Y así, 3 infinitas horas. Bueno, 3 y media, ya que el tren llegó con media hora de retraso.

El sábado, gran visita gran por la Ciudad de las Artes y las Ciencias, donde hice unas fotos que cuando revele espero que se correspondan con la maravilla de luz y de contrastes que había. De momento he visto las de mi amiga R., y en todas salgo con un careto que ni el mejor especialista en Photoshop podría arreglar.

Luego de dar una vuelta por el barrio del Carmen y comer por allí, decidimos volver a casa. Con una ventolera y un fresquete que eché de menos un abrigo polar. Llegamos a casa de mi amiga, y ahí me quedé hasta la hora de volver el domingo. Ni fiesta ni nada. Como actividad extraordinaria en mí, vi el final del partido del Barça.

Lo bueno que tiene enfermarse en casa de amigos es que te cuidan. Y no está nada mal que te cocinen o te traigan un vinito caliente a la cama.

Pero lo malo de irse de fin de semana y caer enferma es que no puedes aprovechar la escapada, y que para dormir mejor quedarse en casa.

PD: esta mañana llamé al trabajo diciendo que no iba porque no me encontraba bien. Sabiendo mi jefa que me iba a Valencia, yo creo que se ha pensado que me he excedido con la fiesta. Grrrrr.

05 marzo 2007

Quiero tener un millón de amigos (aunque con 5 ó 6 me conformo)

Por una extraña razón, estoy sufriendo un éxodo de amigas.

El año pasado empezó R., yéndose a Valencia a vivir su tan merecida historia de amor. Luego le siguió B., exiliándose en el país del que tanto emigrante nos llega, para continuar una inesperada historia con un chaval de la terra, en concreto de Manresa (ya me explicarán por qué diantre se han tenido que largar a Marruecos a vivirla...) Y este año se me ha ido C., cruzando los Pirineos, a vivir su vida luego de que la despidieran del colegio en el que trabajaba.

Y yo sigo aquí, aquí solita. Bueno, no tanto. Me quedan las dos L.

Una de ellas, mi querida L. con la que compartí una temporada en el paraíso, me saca a pasear e intenta a todo precio que conozca gente (entiéndase por gente a todo animal del género macho) L. tiene un trabajo donde el estilo y el glamour mandan. Y una, una puede tener muchas cosas, pero no vestidos chics ni los zapatos que se llevarán la próxima temporada. Pero le pone mucho empeño, y más si se trata de una fiesta de disfraces en donde todo está permitido. Incluso un bombero incendiario que confiesa tener novia mientras te mete la lengua hasta la campanilla.

(De la otra L. de mi alma hablaré próximamente, cuando hayamos vuelto de Valencia muertas de fiesta y de pateadas)

Y en cuanto a amigos... Decir que casi todos (todos los escasos que tengo) han sido antes pareja. No sé si porque no sé elegir a alguien como amigo si no ha pasado antes por mi cama, o sencillamente que cuando lo de la cama se acaba, sólo queda la amistad. Tendré que ahondar en la teoría. Lo malo de estos amigos es que cuando se reemparejan los pierdes un poco de vista. Y no es plan de proponerles salir a cenar, porque te arriesgas a que la parienta les cambie la cerradura o les deje sin tema una temporada (Nunca entenderé por qué muchas hacen pagar con abstinencia cualquier tipo de altercado doméstico, como si no se jodieran también ellas con la penitencia. Vale, joder no era el verbo más adecuado)

Y después están los/las que están lejos. Está claro que los llevas dentro, pero eso no te soluciona la tarde de cine, la noche de pizzas o el hombro para los mocos. Snif.

Esto que cuelga aquí abajo es una foto, testimonio del paseíllo que me he pegado esta tarde por la ciudad. Barcelona puede tener muchas cosas en contra. Pero es una delicia caminarla, y descubrir, como esta tarde, que fuera de la zona turística del Puerto Olímpico y la playa, un poco más arriba, en la tierra de nadie del viejo Poble Nou, hay calles absolutamente vacías, en las que sólo estás tú, y lo que oyes es lo que llevas en el MP3. Esta tarde, Blues Brothers, el Boss y Kevin Johansen.


04 marzo 2007

Mudanzas y empezares

Hoy estreno mi nueva casa.

Me explico.

Hasta hace unos días compartía espacio web con un pez salmantino y un pirata barcelonés. Los tríos son muy divertidos, sí, sobre todo al principio. Así que luego de medio año de cohabitación virtual, decidí independizarme. Pero me traje mis cosillas conmigo, no me gusta dejar las cosas por ahí. Todo lo que hay antes de este post estaba en mi antigua morada. Todo menos los comments, que se han quedado en el camino.


Me he construido esta terraza muy mona, pero aún le faltan cosas. Unos almohadones cómodos y un colchón gordote para descansar. Una nevera para tener algo de bebida decente y en buen estado de frescor. Algo de decoración.

Y visitas.

Esta terraza no tiene sentido sin visitas. De las que pasan de puntillas. De las plastas que no hay manera de quitárselas de encima. De las que te rascan la barriga o te dan besitos en el entrecejo.

Bueno, también hay que cuidarlas para que vuelvan. A ver cómo está mi tasa de anfitrionabilidad...

PD: al pez y al parche les agradezco haberme devuelto el gusto por escribir, las provocaciones y los jueguecillos en los comentarios. Les echaré de menos. O no. Porque espero tenerlos pronto por aquí de visita.