05 agosto 2006

La gata sobrevive (2)

Si los gatos tenemos 7 vidas, servidora andará por la 4, ya que no se explica cómo, en una sola, se podría acumular tantotrabajo bizarro. Nuevo capítulo de la apasionante vida laboral de Lagata.
Vendedora de tarjetas de fidelización de una conocida cadena hotelera. A las órdenes de un jefe australiano bastante juerguista, ex batería de un grupo de rock, tuve como compañeros de telemarketing al sobrino del televisivoradiofónico Francino, y a un puñado de pijos titulados en turismo que se creían que trabajar todos apiñados en una suite de la 10ª planta del Meliá Barcelona (uy, dije la cadena...) era el no va más del lujo y el triunfo laboral. Y en realidad de lo que se trataba era de llamar y llamar hasta encontrar al imbécil que pagara por una tarjetita que le ofrecía descuentos en los servicios de la cadena. Y la tarjetita de marras no era nada barata.

Extra. Gran experiencia gran. Y mierda de película. Se trataba de la adaptación al cine de La tabla de Flandes, libro de grata lectura escrito por Arturo Pérez-Reverte. Pero imagínense que podía perpetrar Jim McBride con eso. Como disculpa, he de decir que durante el día de rodaje que me incluyó, el tipo estaba más pendiente de hacer de canguro de su hija, una preadolescente malcriada a lomos de sus rollers, que de atender a la coherencia de las escenas.

Luego de haber caminado Avenida Gaudí arriba Avenida Gaudí abajo durante todo un día, simular ser la parejita de otro extra para que la parejita principal (Kate Beckinsale y un fulano que hacía de gitano vestido de surfista, el cual ni aparece en el cast de IMDB) tuviera un fondo adecuado para su paseíto, apenas se me ve medio segundo y de refilón. Para la posteridad.

Guía de grupo de despedida de soltero. Uff. Qué pereza. Por suerte sólo fue una noche. La idea de guiar durante toda una noche (cena, autobús, copa, autobús, discoteca, autobús) a una manada de calentorros con ganas de pasárselo bien (¿?) paseando bajo el brazo una muñeca hinchable con agujeros por doquier, y viendo cómo un travesti le dedica un streap tease al novio y casi mata de un infarto al abuelo del ídem, pues como que no me acababa de tentar.

¿La iglesia o el ayuntamiento te exige hacer el idiota de esa manera para poder casarte?

Comercial de gadgets plásticos. El dueño de una fábrica de plásticos de Sabadell decidió que tenía que diversificar el negocio, y ofrecer sus productos a agencias de publicidad necesitadas de objetos inútiles para regalar en las promociones de sus clientes (tazas de plástico, cuchillos de plástico para cortar gelatina, cucharas de plástico para ensaladas, tuppers de plástico...el mundo del plástico)

Sólo conseguí que me encargaran una esponja con forma de flor. De más está decir que las esponjas no son de plástico. Obviamente, me fui a la calle.

Traductora sui generis. Un tipo quería hacer negocio con unos franceses. Pero el tipo en cuestión no hablaba francés. Entonces, y como los gatos somos políglotas, decide darme unas pesetillas para que vaya a su oficina a intentar localizar a los franchutes por mail, fax y teléfono. Digamos que su oficina era un piso de la Barceloneta. Digamos que era SU piso. Digamos que duré 2 días.

No conseguí contactar con los franceses, pero aprendí 2 cosas: la expresión “a ver cómo respiran” ( el tipo la enchufaba en cada frase), y que te reciba un tipo barrigudo y peludo como Landa recién salido de la ducha con un café en la mano no es el mejor entorno para hacer negocios.

Azafata de VIPS. Qué bien suena eso. Se trataba de recibir a los VIPS (Viejos, Idiotas, Puteros y Sosainas) en el recital que los 3 tenores dieron en el Camp Nou. Y eso que les tenía y les tengo un odio atroz, más aún que a la dichosa oreja de.

Desde la mañana, un equipo de señoritas disfrazadas que daba gusto, nos aplicamos en colocar unos cojincillos muy monos en las gradas donde iban a posar sus sentaderas los que habían pagado una pasta a la fundación Carreras para tener derecho a una cena de gala.

Luego recibimos a dichos VIPS, les pusimos una pulserita en la muñeca, y nos dedicamos a embolsar los panes que masticarían tan ilustres comensales siguiendo el siguiente método: mano agarra panecillo, mano mete panecillo dentro de bolsita, mano cierra bolsita, mano se rasca la nariz, mano agarra panecillo, mano mete panecillo dentro de bolsita, mano cierra bolsita, mano levanta panecillo caído al suelo, mano mete panecillo rescatado del suelo en bolsita, mano cierra bolsita, y así ad infinitum.

Es decir: hasta el final del recital, cuando tocaba recibir a los VIPS, controlar que llevaban pulserita, una tarjeta con el número de mesa asignado y acompañarles hasta su sitio. Muy sencillo. Hasta que llega un señor. Le miro la pulserita, la tarjeta con el número de mesa, y al momento de subir la mirada a su cara para ofrecerle la sonrisa de rigor (según contrato), se me congela la sangre y no puedo ya articular palabra. Tengo a todo un Zorba delante de mí mirándome con sus ojillos de mejicano.

Encuestadora de plátanos. No, no se trataba de preguntarle nada a la fruta.

Más bien a los paseantes incautos que ese domingo entraban al 3Tombs barcelonés y a los que se les solicitaba su opinión acerca de los plátanos ¿Y cómo se opina sobre plátanos? Pues muy fácil. Se montan varias mesas en U con plátanos dispuestos en bandejas. Diferentes tamaños, texturas, olores. Se le tapan los ojos al opinador desprevenido y se le pide que vaya toqueteando y oliendo los plátanos dispuestos sobre las bandejas, mientras una intenta guardar la compostura, ahogar las risotadas, y al mismo tiempo apuntar lo que le van opinando.

Luego, ya con los ojos descubiertos, el opinador puede volver sobre sus pasos y verificar si el aspecto de los plátanos se correspondía con la valoración hecha con los ojos tapados.

No vean ustedes lo que da de sí un plátano. Y eso que no pasaron por allí ni Cicciolina ni Nacho Vidal.

Pero no cambiaba la mirada a los ojos de Zorba por ningún trabajo serio, formal y digno.


No hay comentarios: