31 julio 2007

As time goes by o 20 años no es nada (y menos aún 40)

Desde el fin de semana pasado una extraña euforia se ha apoderado de mí.


A saber:


Hemos celebrado nuestra fiesta de concubinato en la terraza de mi viejo piso de alquiler, que ha pasado de la noche a la mañana a ser nuestro piso (viejo y de alquiler lo sigue siendo)

Aprovechamos la fiesta para festejar los 40 tacos de mi churri-colega-pareja-noviete. Y como agasajo a tamaña hazaña, sus colegas del curro le han regalado una botella de Armagnac de su quinta (es decir de hace 40 años) A ver quién encuentra un regalo tan arrebatador. Dos dedos del elixir éste te provocan un pedo de campeonato.


Y....como colofón a tanto contento, mis compañeros del instituto (secundaria para los del otro lado del charco), van y deciden rebuscarse, reencontrarse y recontraescribirse. Porque desde el primer mail que recibí el sábado hasta hoy, lo menos hemos intercambiado 30, y de 30 y pico que éramos en el curso, casi 30 nos hemos ido localizando y agregándonos a la la lista de distribución. Por no decir que en 48 horas ya han montado 2 grupos: uno de Yahoo y otro de Google. Tanto tiempo sin saber los unos de los otros y de repente les entra el delirio locuaz.


No sé si darle la razón a Carlitos Gardel con eso de que 20 años no es nada, qué febril la mirada. Porque en lugar de platear la sien, los dichosos añitos han dejado calvo a más de uno, y donde había un rockero pelilargo ahora se aprecia un sereno padre de familia. Y donde había una nariz un poco demasiado larga, los cirujanos se aplicaron con sus limas y tijeras. Y, sobre todo, a varios les han nacido unos apéndices que responden por el tierno nombre de "hijos". Joder con los 20 años.


A decir de varios, mi persona ha mejorado con el paso del tiempo. Parece ser que mi look "gallego" ha despertado alguna que otra pasión, y algún ciego ha decidido que tengo un parecido más que razonable con una tal Ariadna Gil. Sí, parece que los años también provocan cierto deterioro visual.

Me ha sorprendido la cantidad de psicólogos (más bien psicólogas) que ha parido mi curso del instituto. Hay alguna
cantante (que por cierto vive en Madrid). Algún crítico de cine y alguna editora de revistas de ídem. Alguno que se ha ido a vivir al campo. Y alguno que tenía mucha imaginación, sigue teniéndola a la hora de escribir mails.

En fin, aunque parezca chorra (más bien pedorra), me hace ilusión este come back. Y me jode no poder estar allí, dentro de 1 mes, cuando han fijado fecha para una gran fiesta gran, con daikiris incluidos. Mierda, creo que me hago vieja.

20 julio 2007

Lo que el viento se va llevando

Esto de entrar a leer los diarios en internet sin tener noticias de las últimas noticias (válgame lo redundante) no me sienta nada bien.

Hace un par de días, va una y enciende el ordenador al llegar al curro. Nada, la rutina acostumbrada: usuario y password del ordenador, conectar el Lotus con su usuario y su password, pinchar el ícono del Explorer, darle a "OK" en la pantalla de advertencias acerca de los paseíllos por el mundo www que no sean estrictamente necesarios para el diario trabajar, y abrir la página de La Vanguardia...

...y encontrarme con un escalofriante accidente de avión en Brasil. De un vuelo que venía de Porto Alegre. Joder. Una compañera de trabajo es de allí, y allí vive toda su familia. Voy a su mesa y me la encuentro lagrimeando. Lagrimeamos las 2.

Y ahora, al llegar a casa, fue abrir el Clarin on line y encontrarme con esto en portada:

Mendieta acertando como siempre (por cortesía de Página/12 y Daniel Paz)

Joder.

En Argentina era imposible no conocer a Fontanarrosa. Porque publicaba en el diario más vendido, porque su Inodoro Pereyra o su Boogie el Aceitoso marcaron época. O sus cuentos. O sus colaboraciones con Les Luthiers...

Snif. Que me voy a lagrimear debajo del sofá.

Prometo no entrar en periódicos online una temporadita. Snif.

09 julio 2007

Y yo con estos pelos


Hace unas semanas, varias del trabajo, hartas de los pelos en sitios inadecuados, decidimos cortar(los) por lo sano, y encomendarnos a San Láser.

Luego de gran prospección gran y meticulosos estudios acerca de los diferentes tipos de métodos quema-pelo: que si diodo, que si alejandrita ( jijiji ), que si fotodepilación vs. láser, y de visitar diferentes clínicas o chiringuitos abiertos para la ocasión, nos decidimos por uno que cumplía las tres B: barato, bonito, y esperábamos que bueno.

Resultó ser que a servidora le correspondió ser conejillo de indias (cobardes, mis compañeras)

Así que allá que fue, la gata coneja, a probar las virtudes del láser de diodo quemapelos para toda la eternidad (y más allá).

El sitio, muy cuco. Un piso modernista en pleno Eixample, todo bien pulcro y oliendo a nuevo. Perfecto. Hasta que viene uno de los médicos dermatólogos responsables del garito, y me dice que el fantástico equipo de láser quemapelos está averiado, pero que me lo harían con una máquina mejor todavía, que, eso sí, hacía 2 años que no usaban ya que la habían cambiado por la recién averiada (a ver quién entiende la excusa...)

Y allí, estirada en la camilla con unas bragas de papel y una bata de las que no se cierran (parece que es mi vestuario de moda este año), la esteticista encargada de las depilaciones va y me dice que no se encuentra segura para trabajar con la máquina vieja, y va a buscar al médico responsable del garito para que se hiciera cargo él. A ver, que una está harta de ir al ginecólogo, pero no sé por qué, el hecho de que un tío te vaya quemando los pelos medio enredado entre las piernas no entraba en mis planes. Como tampoco el hecho de que luego le dejara la máquina a la esteticista inepta a la que se le olvidaba ponerme hielo antes de que cada descarga, se le desconectaba la máquina cada 5 minutos y yo debía explicarle cómo volver a conectarla, que iba disparando como cowboy al aire con la pistola de láser y que acabó la faena quemándome un trozo de piel entre la teta y la axila.

En fin, que ésta era una tortura y no la de la Shakira toda chapapoteada.

Mis compañeras, pese a mi relato, decidieron ir. Y cuando fueron, el láser adecuado funcionaba, la esteticista no iba quemando las paredes a base de pistoletazos, y mucho menos las axilas. .

Eso sí: a mí se me han caído los pelos, y a ellas nada. (pero también he de decir que el estilo bigotillo Clark Gable que me han dejado entre las piernas no es lo que tenía en mente cuando les dije bien claro: todo, quitadme todo como para usar tanga y que no asomen barbas a los lados)