08 julio 2008

Mamá ¿de dónde soy yo?

Próxima parada, el cielo

Sin siquiera imaginar que la Eurocopa nos depararía un Italia-España en cuartos, hace meses reservé billetes y hotel para hacer una escapadita a la Toscana en la semana del puente de San Juan.

Gracias al azar de los sorteos y el buen hacer del equipo español, mi churri y yo nos encontramos en un bar de Lucca, viendo el dichoso Italia-España que ya sabemos cómo acabó, rodeados de hinchas italianos. Creo que éramos los únicos españoles en el bar y en la ciudad. Bueno, referirme a mí como española es una forma de designarme por ósmosis o simbiosis... Y a eso voy: las dichosas nacionalidades.


Nací en un país, tengo otra nacionalidad y vivo desde hace 18 años en otro país. Vivo en un territorio en el que cada día, cada hora, cada minuto salta un descerebrado lamentándose de que un idioma o una nacionalidad están en peligro de extinción. Sin embargo, al oirme hablar, los italianos me preguntaban
¿española? y yo les respondía . ¿O les iba a explicar que en realidad soy argentina, pero que mi madre era francesa y de allí heredé la nacionalidad, cosa que me vino de perlas para regularizar mi situación en esta España donde pasé 4 años de ilegal, por argentina, por sudaca, pero donde digo España mejor ponga Catalunya, que como usted sabe es una nación, con una lengua en peligro de extinción? Bufffffff, qué pereza.

Los apellidos de mis 4 abuelos celebran el mestizaje que vivió Argentina durante el siglo XX de una manera bastante pacífica. Cierro los ojos e intento recordar los nombres y apellidos de mis amigos del otro lado del charco. Todos evocan amores transnacionales de gallegos con italianos, de portugueses con croatas, de rusos con alemanes, de polacos con sirio-libaneses. Sin embargo, al hacer el mismo ejercicio con mis amigos de aquí, sólo encuentro un caso de mestizaje por amor de catalana con chino, pero casi no vale porque ocurrió en Oxford.

Qué tranquilidad poder celebrar en los apellidos orígenes tan dispares, y sin embargo confluir en un idioma. Heredar la riqueza de una culturas, idiomas, incluso cocinas tan dispares y poder sentarse a disfrutar de un asado sin terminar discutiendo por una noción de nación, una visión empequeñecedora del mundo.


Mi abuela nació en un pequeño pueblo de Polonia que ya no existe, emigró caminando a Bélgica y de allí pasó a Francia. Acabada la guerra y ya sin marido, decidió largarse con sus hijas a Argentina, donde la conocí yo hablando 3 idiomas, y cocinando una amalgama fantástica de sabores que ella sola era capaz de conseguir.


Haber nacido en un país o territorio es un accidente. Uno es de donde ha ido viviendo.

Nota al pie absolutamente imprescindible:

Es verdad que el territorio descubierto por Colón fue invadido y sus pobladores originales reducidos a la mínima expresión, lo cual, en casos como el de Argentina, generó una población de genes más europeos que en otros países del entorno. Pero este texto no pretende realizar un ejercicio de memoria y/o reparación histórica por lo que de exterminio tuvo la conquista. Dicho queda.