04 septiembre 2006

A vueltas con el destino o lo esencial de carpear los diemes

Hasta ahora les había hablado de mis empleos bizarros. Hasta julio tuve uno que daría lo suyo para contar, de hecho tenía algún post medio escrito en la galera. Pero el que tengo ahora (y había tenido hace un par de años) es normal. Es decir: trabajo de 9 a 18 en una empresa seria, formal, con gente amable, hago lo que me gusta y cobro por ello. Nada que haga gracia para un post. Y maldita la gracia que me hace hoy tener que hablar de mi curro.

En realidad no de mi curro. De uno de mis jefes. Tengo dos: una jefa y un jefe. Una lleva marketing y el otro ventas. Personas humanas encantadoras.

Mi jefe tiene 41 años. Ayer salió a dar un paseo por la montaña en Castelldefels, donde reside. Volvió al mediodía a casa y se sintió mal. Vive solo. Su familia está lejos.

Llamó a la ambulancia porque notó que algo no iba bien. Mi jefe es un tipo sano, cordial, activo, la mar de simpático y buena persona. La ambulancia llegó con media hora de retraso. Para entonces el corazón le había dejado de funcionar y el cerebro no recibía oxígeno.

Ayer le operaron del corazón. La operación fue un éxito. La sangre volvió a circular por las arterias, el oxígeno a viajar por todo el cuerpo. Pero el pequeño, complicado e impredecible órgano llamado cerebro, no volvió a funcionar.

Y allí está, en Bellvitge. 41 años, deportista, no fumador, la mar de simpático, cordial, buen jefe, mejor persona. Entubado en una cama mientras los neurólogos no dan un duro por él.

Hoy apenas nadie ha trabajado. Muchos fueron a visitarle. Su familia más cercana llega del otro lado del charco esta noche.

Mientras tanto, yo me he propuesto algo: no volver a compadecerme de mi suerte. Porque tengo la mejor de ellas, que es estar viva. Además, salvo pequeños achaques propios de la edad, me encuentro en plena posesión de mis facultades físicas y mentales.

Y un algo más: ser cada día un poco mejor persona. Como lo es Marcos, como espero que lo pueda seguir siendo, a pesar de tanto neurólogo apocalíptico.

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