18 octubre 2006

La soledad era esto

Cuando era pequeña y me ponía enferma, mi padre me traía un montón de cosas para leer. Me daba auténticas panzadas de picapiedras, autos locos, osos Yogui, mafaldas, Mark Twains y
una colección preciosa de leyendas del mundo que se titulaba Polydoro.

Mi madre se ocupaba de cocinar verdaderos manjares sencillos en forma de sopas, tartas de frutas, carnes al horno, que me traía amorosamente en bandejitas a la cama. Así que mis días enferma, por muchos grados de fiebre que tuviera, eran un festín. Pero cr

ecí, me desarrollé y me fui.

Ahora, de mayor, me pongo enferma y no tengo ni un triste comic en casa, ni un Tom Sawyer que venga a rescatarme como si fuera Becky. Mi nevera contiene pan congelado, yogures caducados, tomates arrugados, cerveza que no puedo tomar y un bote añejo de mayonesa. Vivo en un 4º piso con principal, sin ascensor, cosa que es ideal para no cruzarse con los vecinos e improvisar conversaciones tontas acerca del tiempo mientras el artilugio te deposita en tu piso. Pero no es nada recomendable cuando tienes 39º y pico de fiebre, las piernas hechas un flan y la nevera con nada comestible dentro.

(Objetivos para el próximo año: enseñar a mi gata a cocinar, o al menos que sepa bajar al Caprabo y volver con algo dignamente alimenticio)

Sólo me llaman los del trabajo (y por temas de ídem), y los emails que recibo o vienen de 12.000 kilómetros, o son de gente que no tengo el gusto de conocer que me ofrece acciones de empresas que tampoco tengo el gusto de, rolex de imitación o viagra para mejorar mi vida sexual (jajajaja).

¿Para ésto quería una llegar a ser adulta, ser libre, vivre sa vie y todas esas zarandajas?

Así que me da por tener pesadillas despierta.

Me entretengo en la cama pensando en cuánto tardaría un cuerpo en descomponerse y empezar a apestar. Cuánto tiempo tardarían los vecinos en darse cuenta que del 4º 2ª sale un olor desagradable. Cómo tirarían abajo la puerta los bomberos o quien sea que viniera. Si usan llave maestra o simple patadón.
Cosas de la fiebre, que no para de subir. Como el paracetamol no hace efecto, me tomo un nolotil, acompañado de medio myolastán, que tengo el cuello hecho una mierda desde hace unas semanas. (Debería ir al fisio a que me lo arreglara)

La combinación de drogas me sube al séptimo cielo en unos minutos. Me da por reír. Reír y sudar. Hasta que me quedo dormida, pensando que mañana (por hoy) será un día mejor o no será.

PD: he descubierto un blog con el que me entretenido buena parte de la mañana. No se lo pierdan. A mí me ha alegrado el día (es que una se conforma con poco)

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