La soledad era esto
Mi madre se ocupaba de cocinar verdaderos manjares sencillos en forma de sopas, tartas de frutas, carnes al horno, que me traía amorosamente en bandejitas a la cama. Así que mis días enferma, por muchos grados de fiebre que tuviera, eran un festín. Pero cr
ecí, me desarrollé y me fui.
Ahora, de mayor, me pongo enferma y no tengo ni un triste comic en casa, ni un Tom Sawyer que venga a rescatarme como si fuera Becky. Mi nevera contiene pan congelado, yogures caducados, tomates arrugados, cerveza que no puedo tomar y un bote añejo de mayonesa. Vivo en un 4º piso con principal, sin ascensor, cosa que es ideal para no cruzarse con los vecinos e improvisar conversaciones tontas acerca del tiempo mientras el artilugio te deposita en tu piso. Pero no es nada recomendable cuando tienes 39º y pico de fiebre, las piernas hechas un flan y la nevera con nada comestible dentro.
(Objetivos para el próximo año: enseñar a mi gata a cocinar, o al menos que sepa bajar al Caprabo y volver con algo dignamente alimenticio)
Sólo me llaman los del trabajo (y por temas de ídem), y los emails que recibo o vienen de 12.000 kilómetros, o son de gente que no tengo el gusto de conocer que me ofrece acciones de empresas que tampoco tengo el gusto de, rolex de imitación o viagra para mejorar mi vida sexual (jajajaja).
¿Para ésto quería una llegar a ser adulta, ser libre, vivre sa vie y todas esas zarandajas?
Así que me da por tener pesadillas despierta.
La combinación de drogas me sube al séptimo cielo en unos minutos. Me da por reír. Reír y sudar. Hasta que me quedo dormida, pensando que mañana (por hoy) será un día mejor o no será.
PD: he descubierto un blog con el que me entretenido buena parte de la mañana. No se lo pierdan. A mí me ha alegrado el día (es que una se conforma con poco)
No hay comentarios:
Publicar un comentario