25 enero 2007

Mis adorables vecinos (y el cabrón del dueño)

Vivo en un piso viejo. No es que sea antiguo, de esos antiguos de lustre y señoriales, no. Este sólo es viejo, descuidado, con la escalera medio derruida. Y todo porque es un bloque de alquiler, 2 locales y 5 plantas a 2 pisos por rellano, al que el dueño, que vive en Sant Cugat, no le importamos un pimiento. Mientras paguemos, claro.


El verano pasado, mientras pasaba un fin de semana en Pamplona, una tubería de mi cocina decidió que ya era el fin para ella, algo normal para un caño de 80 años, y empezó a gotear. Goteó y goteó hasta que el piso de abajo empezó a notar humedad en su techo. Era agosto. La administración de fincas, como debe ser, cerrada. El lampista oficial del edificio, para no ser menos, también de vacaciones. Cuando el vecino y yo conseguimos que viniera a ver lo que pasaba, llevábamos 10 días de grossen catastrofen.

Bien. El administrador decidió arreglar el desperfecto de mi piso siempre y cuando lo pagara yo, que era la inquilina. Según parece, las leyes en este país son así: el inquilino ha de pagar todo, el dueño sólo cobra el alquiler. Al final, sin derecho al pataleo, los gastos me los sumaron al recibo del alquiler.

Ayer llegaba a casa tan tranquila, o no tanto, porque los ovarios me empezaban a dar la vara, y me encuentro un sobre en el buzón. Por un momento me alegré: ¡un sobre! ¡una carta! ¡en mi buzón hay algo más que facturas del teléfono-gas-luz-móvil-visa y extractos del banco! Vaya. La alegría duró una milésima de segundo: el sobre lo remitía un bufete de abogados, y en el interior me intimaban a pagar los gastos de reparación de los desperfectos del piso inferior, provocados por la pérdida de agua. Sí, el piso del porreta de abajo, que tiene un plantación de maría del tamaño del Mato Grosso en su salón. Jodido porreta. Me tiene arriba y va a los abogados. Desde ayer mi visión del mundo fumeta, buenrollista, antisistema y blablabla ha cambiado definitivamente (aunque bien pensado, el de abajo debe de ser una especie de empresario de la hierba....)

La cuestión es que me entró tamaña mala hostia, que, sumada a la presión ovárica, haría que pudiera tumbar al mismísimo Rocky I (y al II y al III y al IV y al V y al VI) de una simple mirada.

Estoy en casa, doblada en dos del dolor, con la cabeza a punto de explotar y......y resulta que tocan el timbre. Y yo con estos pelos y este pijama de cuadros. Y en la mano un vaso de agua con paracetamol 1mg efervescente. Abro la puerta: mi nuevo vecino.

(Ayer en medio del cabreo, todavía con la carta en la mano, un tipo con acento alemán había picado al portero eléctrico para que le abriera la puerta de entrada, que era el nuevo vecino de rellano y que no tenía la llave. Le abrí. No sé por qué, me fío del acento alemán, y eso que tuve un novio de por ahí que no era precisamente un santo varón)

Pues ahí lo tenía delante, pedazo de tiarrón rubiales y con una sonrisa de disculpa que me dice si le puedo dejar la llave de abajo para hacer una copia. Y yo con mi pijama, el vaso de paracetamol, los pelos revueltos de tanta cama. Con otra sonrisa de disculpa (por estar en casa a media mañana de un miércoles, en pijama y con estos pelos) le digo que estoy en casa de casualidad, que me encuentro mal, y que encantada le presto la llave. Y el ángel venido del norte va y me dice si necesito algo, que qué me estoy tomando, que él tiene algo mejor y que esta tarde me lo trae, junto con la llave.

Algo ha logrado el tipo: que deje de pensar en la mejor manera de aniquilar al dueño del edificio, en cómo joderle la plantación al vecino de abajo, en ponerle un juicio a Dios por habernos metido ovarios.

Y por otro lado me ha dejado con la intriga: ¿algo mejor que el paracetamol 1mg? ¿y esa sonrisilla que me ha puesto? Ahora tendré que estar en casa por la tarde.

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