23 julio 2006

Lagata en el paraíso

El perfume, las sardinas y el modelo (en el paraíso)

Yo viví en el paraíso.

Mi paraíso estaba situado en un piso enorme y ruidoso del Ensanche barcelonés. Allí compartimos 3 años y pico de living la vida loca con una amiga, acumulando trabajos bizarros, caballeros andantes y libretas de notas que he perdido. Teníamos los mismos años, los mismo novios imposibles y el mismo escaso dinero para llegar a fin de mes.

Un día mi amiga, que siempre tuvo estilo, se echó un novio fotógrafo. Bueno, ayudante de fotógrafo. Bueno, en fin, que le llevaba las maletas a un fotógrafo. Bueno, y también se las olvidaba en la calle (pero no hablaré de eso)

A lo que íbamos. Resulta que un caluroso mediodía de julio de hace unos añitos, el novio fotógrafo llama para avisar que está por llegar a casa con el tipo al que le estaba haciendo su jefe unas fotos, un tal Mark Van Der Loo (esto fue antes de que le cazaran los morrazos de Esther Cañadas, bastante antes de que Hugo Boss le hiciera salir de un ascensor, pero luego de haber salido de un Peugeot 106 y perfumado con Eternity)

El tsunami una lenteja al lado de la que montamos en casa en 10 minutos.



En la cocina, 3 sardinas se asaban a la sartén, ajenas a la hecatombe que se avecinaba. Acostaditas de perfil con un ojo mirando al techo y otro al fuego, echaban un aroma digamos que poco digno de todo un modelo de Eternity.

De la sartén, las sardinas volaron a la bolsa de basura en cuestión de nanosegundos. Y como eso no pareció suficiente para borrar los resabios de la Fritangas’s Fragancy, mi amiga procedió a rociar toda la casa (TODA LA CASA) con la esencia pija de Calvin Klein.No quedó ni una gota de perfume dentro del frasco. Y en el piso no se podía respirar.

Yo me iba corriendo a una entrevista de trabajo, para alguna de esas bizarradas para las que me contrataban. Y el tipo llegó. No sé si a consecuencia de la sobredosis esnifada de Eternity, por el cansancio de los 5 pisos por escalera, o quizás porque en los paraísos los pósters mutan a seres de carne y hueso, resultó ser la mar de simpático. Cruzamos algunas palabras en el pasillo, me deseó suerte en la entrevista y me dio dos besos. Luego comprobé que no es saludable dejarse las mejillas sin lavar durante dos días.

¿Esperaban otra cosa? Joé, que yo no soy Patrick Süskind...

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